Existen dos maneras anti-históricas de tener en cuenta el pasado. La primera, que aceptamos desde hace tiempo, es la de la política de la inevitabilidad, según la cual la historia se puede mover solo en una dirección: la democracia liberal. Convencidos de esto, bajamos nuestras defensas abriendo el camino precisamente a esos regímenes que pensábamos que nunca podrían volver. Este tipo de política es como un coma auto inducido: una vez aceptado, nos convencemos de que la historia es inevitable y, por lo tanto, irrelevante; que nada puede cambiar realmente y que el caos, ante o después, será absorbido por un sistema de autorregulación. El segundo es el de la política de la eternidad, que sí observa el pasado, pero de manera egocéntrica, sin preocuparse por los hechos reales. Hay un deseo de volver a momentos pasados, pero que en realidad fueron desastrosos, o bien nunca existieron; un ejemplo es el Brexit, es decir la voluntad de algunos de volver a una nación británica que nunca existió: primero estuvo el Imperio Británico, y luego directamente el Reino Unido como miembro de la Unión Europea.
Sin una mirada correcta a la historia, es fácil pasar de una política arraigada de inevitabilidad a una política de eternidad; del no hacer nada porque se piensa que el progreso es inevitable, a continuar sin hacer nada porque se piensa que la historia se mueve en ciclos continuos y repetitivos. Lo único que puede romper estos mecanismos es la propia historia, que nos permite vislumbrar patrones y señales para actuar de manera responsable; nunca se repite de la misma manera, pero puede advertir e instruir a las generaciones sucesivas. Refiriéndose principalmente a la situación en los Estados Unidos, el autor ofrece 20 lecciones extrapoladas de los sucesos del siglo XX y los adapta a las circunstancias del presente, teniendo en cuenta que regímenes como el fascismo y el comunismo nacieron como respuesta a la globalización: a las desigualdades (reales o percibidas) que creó, y a la aparente incapacidad de las democracias para afrontarlas.