A todos nos resulta cada vez más difícil concentrarnos. Nuestra capacidad de atención parece disminuir a un ritmo alarmante, cada año hay más y más distracciones. ¿Pero cómo fue que llegamos hasta aquí? ¿Hay alguna manera de revertir esto?
En 2016, Sune Lehmann, profesor de la Universidad Técnica de Dinamarca y del Centro de Ciencias de Datos Sociales, se dio cuenta de que su capacidad de concentración profunda estaba disminuyendo y que era más susceptible que nunca a las distracciones. Al analizar las plataformas digitales con su equipo de investigación, descubrió un hecho interesante. En 2013, los temas de conversación fueron tendencia en Twitter durante un promedio de 17,5 horas antes de que la gente perdiera interés. Para 2016, ese número se había reducido a 11,6 horas, es decir, seis horas menos en solo tres años. El estudio también registró resultados similares en otras plataformas, incluyendo Google, y destacó que cuanto más tiempo pasamos en espacios en línea, más breve se vuelve nuestro período de atención. Pero analizando la bibliografía, Lehmann descubrió que este fenómeno es anterior a Internet, y con cada década que pasa, los temas de moda aparecen y desaparecen a un ritmo cada vez mayor.
La forma en que recibimos información se está acelerando, fenómeno que se conoce como "The Great Acceleration". En el siglo XIX, por ejemplo, las noticias podían tardar varios días en ir de un lugar a otro. Luego, las tecnologías como el telégrafo, la radio y la televisión aceleraron la difusión de las mismas, y mientras tanto se multiplicaron las fuentes de información, es decir las muchas formas en que recibimos noticias. En 1986, un occidental promedio recibía el equivalente a 40 periódicos al día a través de las fuentes de información disponibles. Para 2004, esa cifra había aumentado a 174 periódicos. Hoy en día sin duda es mucho más alta. Internet potenció esa aceleración, pero nuestros cerebros no pueden seguir este ritmo, y las investigaciones sobre el tema sugieren que nunca lo hará. Por ejemplo, los estudios sobre lectura rápida demuestran que hay un límite para la velocidad con la que podemos procesar la información.
Los neurocientíficos señalan que la capacidad cognitiva del cerebro humano no ha cambiado significativamente en los últimos 40 000 años, mientras que la cantidad de información que ingresamos a nuestro cerebro ha aumentado de manera exponencial. En este contexto, como mínimo, nos resultará difícil concentrarnos.