Nos alimentamos de historias desde una edad temprana, además de que se escriben millones, sin mencionar que la humanidad, desde sus albores, siempre ha tenido la necesidad de crear, narrar y transmitir historias relacionadas con experiencias personales o que son el resultado de su propia imaginación. Pero, ¿qué hace que una historia sea buena y digna de ser leída o contada? No es suficiente con tener buenos personajes y un contexto interesante. Lo que le da sentido a cualquier evento es el deseo o desire, el término en inglés que se usa mucho entre escritores y guionistas. Es una condición del alma humana que nunca debe faltar. En cada momento de su vida, hombres y mujeres son impulsados por el deseo de lograr un objetivo y de hacer un sueño realidad o de llevar a cabo un proyecto. Esto incentiva todos los aspectos de la vida. Es un impulso muy fuerte que permite que las personas corran riesgos y aprendan cosas nuevas. Sí, porque el aprendizaje y la acción son elementos fundamentales de una historia bien escrita. Si lo pensamos bien, una persona con una motivación se mueve incesantemente para lograr su cometido, supera obstáculos con mucho trabajo y reflexionando, y así se acerca cada vez más a su meta anhelada. En este proceso, el héroe tiene la posibilidad de aprender mucho, no solo del mundo que lo rodea, sino también de sí mismo y de los demás. Es un viaje complicado, porque está lleno de intentos, decisiones importantes y errores pequeños y grandes. Luchará para obtener lo que quiere, y en cada ocasión habrá cambiado y crecido, para bien o para mal. Y es precisamente este cambio lo que atrae el interés hacia el héroe y sus aventuras. Un individuo monótono, que no evoluciona, no toma ningún tipo de iniciativa ni se mueve es poco interesante. Es alguien que no genera emociones por lo cual nunca será considerado como el digno protagonista de una historia.