La aparición de la píldora anticonceptiva en los años 60 fue una verdadera revolución. Las mujeres finalmente se convirtieron en dueñas de sus cuerpos y su sexualidad, y gracias a esta nueva pastilla ya no había temor por un embarazo no deseado y tener que someterse a un doloroso aborto. Para el género femenino, fue una liberación. Y la autora hace hincapié precisamente en el concepto de libertad, y de hecho, desde ese momento, se ha transmitido a las mujeres el mensaje de que su libertad es lo primero. Es decir, son libres de tener sexo como y cuando quieran, de lucir sus cuerpos como quieran, etc. Pueden vivir su sexualidad activamente sin necesidad de limitarse demasiado o negarse a vivir ciertas experiencias, lo cual obviamente es positivo. Sin embargo, hay peligros que no se pueden ignorar. En efecto, el sistema capitalista ha usado la libertad sexual de las mujeres para hacer del sexo una mercancía. Esta nueva mentalidad vinculada a la liberación de la mujer encaja perfectamente con la sociedad consumista, en la que todo se puede intercambiar. La sexualidad ya no es un valor, sino un producto para consumir rápidamente, sin pensarlo mucho. Muchas mujeres han adoptado con éxito esta nueva visión, pero a muchas otras les ha generado dificultades. De hecho, muchas se han sentido obligadas a experimentar el sexo con una liviandad y superficialidad que no sentían como propia. Por ejemplo, en el libro se cita la experiencia de una joven que accedió a tener relaciones porque estaba influenciada por la idea de que el sexo es solo un aspecto más de la vida, aunque para ella nunca había sido así. Sin embargo, sintió la presión de una sociedad que constantemente nos invita a considerar el sexo como un asunto trivial. En este punto, la autora se pregunta: ¿estamos seguros de que esta liberación sexual, que sí representó un avance fundamental, realmente las liberó a todas?