De jóvenes aprendemos que el CEO es una figura inalcanzable, casi mitológica. Se nos dice que si no contamos con un determinado perfil, una cierta presencia o características específicas, no llegaremos nunca a conseguir esa posición tan deseada. Nos convencen de que no es algo hecho para nosotros, personas comunes y corrientes, y que los CEO son personas fuera de lo común.
Estos mitos existen desde tiempos inmemoriales, y sobre todo ahora, en la era de la comunicación, constantemente estamos al corriente de historias de personalidades como Steve Jobs, Jeff Bezos o Elon Musk. Personas extrovertidas y carismáticas que tienen aptitudes sin duda superiores a las de los comunes mortales y que han conseguido cambiar el mundo gracias a su tenacidad y valentía.
Pero si nos detenemos un momento a mirar más allá de estas figuras mediáticas, nos daremos cuenta de que existen muchos CEO y directivos que no demuestran estas características. Son personas mucho más similares a alguien normal, se parecen mucho más a nosotros. Entonces, ¿cómo es que no oímos hablar más a menudo de este tipo de personas? Los medios de comunicación prefieren fijarse en personalidades extravagantes como las citadas anteriormente, concentrándose principalmente en los dirigentes de empresas de la lista “Fortune 500”.
Ampliando nuestros horizontes, valorando un grupo mayor de empresas, notaremos que las características de los CEO empiezan a acercarse a las del hombre común. Por eso se ha desarrollado un estudio de más de 2.600 ejecutivos importantes de grandes empresas. El análisis de los datos recogidos revela que las características que hacen de alguien un buen CEO no son tan raras y que los dirigentes con altos niveles de rendimiento son mucho más parecidos a personas normales que a superhombres.
A este punto, podemos empezar a definir estas características, identificando a los que cuenten con el potencial para convertirse en grandes líderes, y hacer más igualitario y riguroso el proceso a través del cual seleccionamos a nuestros dirigentes.