La historia de la humanidad se compone de una serie de grandes ciclos en los que vemos el crecimiento y luego el declive de un orden mundial determinado. El término orden se refiere a un sistema de gobierno que es capaz de regular las relaciones entre los individuos. Existe un orden interno, el cual es establecido por los gobiernos y se basa en documentos como la constitución, y un orden externo, que es capaz de mediar en las relaciones entre los gobiernos de diferentes países y el cual se basa en tratados. Estos macrociclos tienen una duración de unos 250 años, y dentro de ellos hay varios ciclos más cortos (como si se tratara de una matrioska), que se definen como ciclos internos. Por lo general están ligados al sistema de poder de los Estados a nivel individual o bien a aspectos específicos de nuestra sociedad en su conjunto. Por ejemplo, los ciclos internos de un sistema de poder duran aproximadamente 100 años, luego hay ciclos de endeudamiento financiero o períodos de recesión dentro de largos períodos de expansión. Entre un ciclo externo y otro transcurren de 10 a 20 años, un período de transición que se caracteriza por tener grandes conflictos globales, de los que, por lo tanto, nacerá un nuevo orden mundial y comenzará un nuevo ciclo.
En la actualidad, una persona vive 80 años en promedio, por lo que no puede experimentar de forma directa todo lo que sucede en un ciclo completo. Entonces, cuando sucede algo que nunca antes se ha visto, como una gran crisis financiera mundial, una pandemia o una guerra en un territorio inesperado, sentimos que no estamos preparados para eso. Mirar hacia atrás es la única manera de no quedar desorientados ante los hechos, porque el análisis de lo que ya sucedió nos permite comprender cuáles son las relaciones de causa y efecto en los que se basa un patrón que se repite desde tiempos inmemorables.
Ningún orden mundial es eterno (tampoco el actual), y dado que la transición de un período de paz a uno de guerra (o viceversa) es un proceso que se desarrolla a lo largo de los años, es probable que nuestro futuro sea muy diferente de lo que la mayoría de las personas espera. Por ejemplo, las personas que vivieron durante la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial no esperaban el auge económico de los años 50 y 60; al igual que quienes vivieron la burbuja financiera más reciente no esperan para nada vivir un período de recesión o guerra.