Hasta hace algunos años, el conocimiento era lo que permitía que una empresa fuese líder de su sector. Conocimiento, investigación, formación y experiencia eran las características que daban a las empresas ventaja sobre sus competidores. Pero esto ya no es así.
Por supuesto, las informaciones y el conocimiento son todavía puntos cruciales para cualquier negocio, pero no son suficientes para garantizar la supervivencia, ni mucho menos una posición dominante en el mercado.
Además del conocimiento, tenemos que ser capaces de adaptarnos y evolucionar, respondiendo a los continuos cambios e imprevistos que se presentan, tanto a nivel empresarial como individual. Nuestro éxito depende de lo que somos capaces de crear.
Si miramos atrás, en los últimos treinta años podemos encontrar innumerables ejemplos de empresas que antes parecían intocables (pensemos, por ejemplo, en Blockbuster y en Blackberry) pero que han acabado cayendo, víctimas del cambio por no haber reconocido, o no haber conseguido afrontar, la evolución del mercado.
Afrontar ciertos cambios exige creatividad, una característica que cada uno de nosotros posee. Basta con recordar cuando éramos niños, capaces de crear mundos e historias. Creciendo, lamentablemente , perdemos la costumbre de pensar fuera de los esquemas. Desde el colegio hasta el mundo laboral se nos enseña a conformarnos, a creer que hay siempre una única solución apropiada, una sola manera de afrontar los problemas.
A menudo hablamos de creatividad e innovación como si fuesen lo mismo, pero en realidad no es así. La creatividad es el proceso de encontrar soluciones nuevas, mientras que la innovación es lo que obtenemos cuando unimos creatividad y lógica para concretar nuestras ideas.
La creatividad está dentro de todos nosotros, solo tenemos que aprender a hacerla rebrotar.