Desde 1973, Dinamarca ocupa la primera posición de forma casi ininterrumpida en la lista de países más felices del mundo, elaborada por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico. Estados Unidos incluso tiene consagrado el derecho a perseguir la felicidad en su Declaración de Independencia, pero no se encuentra entre los 10 primeros puestos de la lista. ¿Cuál es el secreto de los daneses? Según los investigadores, es la educación que les dan a sus hijos, entendida como un estilo de vida. La filosofía en la que se basa la crianza da grandes resultados: niños resilientes y emocionalmente seguros y felices que luego se convierten en adultos resilientes, emocionalmente seguros y felices. Y ellos, a su vez, repiten esta forma de crianza con sus hijos. Este legado ha creado una sociedad que ha estado en los primeros puestos de las listas de felicidad desde hace más de cuarenta años consecutivos.
Hay muchas maneras diferentes de ser padres, influenciadas por la cultura y las condiciones generales del país en el que una persona vive. En Italia, por ejemplo, es fácil ver a niños que cenan a las nueve de la noche y se quedan despiertos hasta la medianoche. En Noruega, se suele dejar a los bebés en sus carritos para que duerman en el exterior a veinte grados bajo cero. En Bélgica, los niños pueden beber cerveza. Son comportamientos que a otros les pueden parecer algo extraño, pero para los padres criados de esta manera es un patrón absolutamente normal. Desafortunadamente, al observar los datos, hay que admitir que es necesario revisar la forma de crianza estadounidense, porque desde hace años el nivel de felicidad de las personas en Estados Unidos no hace más que disminuir. Según el National Center for Health Statistics, entre 2005 y 2008 el uso de antidepresivos aumentó un 400 %. Sobre todo a los niños se les recetan medicamentos para un número cada vez mayor de trastornos psicológicos. En 2010, al menos 5,2 millones de niños de entre 3 y 17 años fueron tratados con Ritalin por el trastorno de déficit de atención. También van en aumento la obesidad y la pubertad precoz, y niñas y niños de hasta 7 años son sometidos a ciclos hormonales para detener el desarrollo puberal. A esto hay que sumarle el incentivo que hay para competir, tanto en el rendimiento escolar como en el deportivo. La ansiedad por los resultados es la compañera de vida hasta de los más pequeños.