The Ends of the World

A mayores cantidades de dióxido de carbono en la atmósfera, corresponden temperaturas más altas, mientras que menores cantidades de dióxido de carbono y mayores cantidades de oxígeno están asociadas a temperaturas más frías. Y todas las veces que la vida en la Tierra pasó por grandes dificultades hubo desequilibrios en el ciclo del carbono. 

Pero, ¿qué es el ciclo del carbono? El dióxido de carbono es un gas de efecto invernadero (es decir, que calienta nuestra atmósfera) y reacciona cuando entra en contacto con la lluvia, volviéndola ácida. Esta precipitación, con mayor o menor acidez, cae al suelo y con el tiempo erosiona las rocas, cuyo contenido termina esparcido en ríos, lagos y océanos. Esta especie de caldo rico en calcio y carbono entra en contacto con los microorganismos marinos en los que se basa la cadena alimenticia, como las esponjas y el plancton. A través de este proceso, en la práctica el carbono pasa de la atmósfera a los seres vivos, los cuales lo devuelven al suelo cuando mueren. El dióxido de carbono en la atmósfera siempre es desplazado gradualmente por erupciones volcánicas terrestres o submarinas, y cuando aumenta demasiado, la Tierra tiende a calentarse. 

Sin embargo, nuestro planeta también tiene un maravilloso mecanismo de regulación de la temperatura que funciona de manera similar a un termostato. Cuando hay demasiado dióxido de carbono, las lluvias se vuelven más ácidas y erosionan el suelo más rápidamente, lo que elimina el exceso de gases de efecto invernadero y ayuda a bajar las temperaturas. Estos hechos, al menos a nivel de debate científico, son conocidos e indiscutibles desde hace al menos dos siglos. La preocupación que nos aqueja hoy es que alteramos este ciclo al introducir una altísima cantidad de dióxido de carbono a la atmósfera en muy poco tiempo. 

Para comprender cómo se sucedieron las glaciaciones, los paleontólogos se valen de los foraminíferos, que son pequeños protozoos marinos que atrapan partículas de oxígeno en su caparazón microscópico. Cuantos más isótopos de oxígeno se descubren, más frío debió de haber sido el clima.