En la actualidad, la teoría de la evolución de Charles Darwin se encuentra muy difundida, pero sus implicaciones aún no se comprenden completamente. Uno de los puntos sobre los que hay mayor confusión es el siguiente: los seres vivos evolucionan para el bien de la especie o grupo, y a través de esta afirmación, que surge de creer que la reproducción está dictada por la necesidad de contribuir en perpetuar la especie, también solemos explicar las conductas altruistas. Pero si bien la evolución realmente sirve para lograr la supervivencia del más apto, deberíamos preguntarnos si se trata del grupo más adecuado o de una población, o si solo es una cuestión de genes. Por lo tanto, lo importante en este último caso sería solamente la posibilidad de transmitir una secuencia de ADN específica de un individuo. Y en efecto, según el autor, esta es precisamente la razón de la selección: el gen.
Durante mucho tiempo, los biólogos avalaron la teoría de la selección, según la cual un grupo en el que es más probable que los individuos se sacrifiquen por los demás tiene más posibilidades de éxito que uno conformado por individuos egoístas. La alternativa a esto es la selección individual, o como prefiere llamarla el autor, "la selección genética", y al parecer es más creíble. Incluso entre los altruistas habrá algunos individuos egoístas, que probablemente liderarán el grupo y transmitirán sus genes a través de la reproducción. A la larga, este segundo grupo estará lleno de personas egoístas, al igual que el primero, y luego tenderá a extinguirse. Sin embargo, en el corto plazo las personas egoístas prosperan a expensas de los altruistas, incluso cuando las cosas van mal.
En este contexto, los conceptos "altruista" y "egoísta" tienen una connotación objetiva, y se refieren a modelos de comportamiento. No se relacionan con la moral o la ética. Por ejemplo, el comportamiento egoísta es el de la mantis religiosa, que devora a su compañero después o incluso durante el apareamiento, o la negativa de un animal a compartir reservas de agua o alimentos (incluyendo a los humanos). Por el contrario, un comportamiento altruista puede ser el de las abejas, que pican para defender a su colmena, a pesar de que este acto les cueste la vida. Otro ejemplo es el del ave que se expone haciendo una advertencia de peligro para avisar a la bandada que hay un depredador cerca.