Es como si el mundo estuviera en medio de una pandemia de infelicidad. Actualmente, la tasa de depresión es diez veces superior a la de 1960. Y esto no es todo: hace cincuenta años la edad promedio en la que se empezaba a tener síntomas de depresión era alrededor de los 29 años. Hoy las estadísticas dicen que se empieza alrededor de los 14.
Para intentar entender qué es el éxito, debemos dar un paso atrás y analizar cuáles han sido los principales errores de la psicología tradicional. El primero fue definido por Tal Ben-Shahar —conocido como el profesor de la felicidad— como “el error de la media” y consiste en el hecho de habernos concentrado solo en los resultados para entender el comportamiento humano. A largo plazo, este modus operandi ha creado en las ciencias comportamentales lo que se llama “el culto de la mediocridad": cada comportamiento o resultado que se sale de un determinado rango, definido por la media, se ignora. De esta manera, por ejemplo, se han definido programas de estudio para el estudiante promedio, ignorando a todos aquellos individuos que pueden aprender algo en menos tiempo o bien a aquellos que necesitan más horas.
Pero el hecho de concentrarse solo en el promedio provoca que generación tras generación la media sea la meta a la que aspirar, creando un círculo vicioso en el que nos vemos atrapados durante toda la vida.
El segundo error fue el de concentrarse en la negatividad, es decir en los que están por debajo del promedio. Las razones son comprensibles: estas personas necesitan más ayuda para llegar a un nivel definido como normal. Pero lo que no se expresa explícitamente es que en el intento de disminuir esta brecha, solo se puede llegar a lo que es “normal”, es decir la media. Además, esta focalización contínua sobre lo negativo influye mucho en nuestra manera de ver la realidad y nos hace pensar que no existen otras posibilidades en la vida, a parte sufrir. Por ello, en 1998, el entonces presidente de la American Psychological Association, Martin Seligman, expresó explícitamente la necesidad de estudiar también lo que funciona, y no solo lo que está roto. De esta manera nació lo que más adelante se llamó la psicología positiva.