Cuando hablamos de dinero, riqueza y bienestar existe una paradoja evidente que no nos permite llegar al fondo de muchos de los casos de quiebra a los que asistimos cada día: si el campo de las finanzas está gobernado por reglas científicas y matemáticas, ¿cómo es posible que alguien no las aplique, incluso llegando a perder todo lo que posee? El autor Morgan Housel, experto en finanzas del comportamiento, tiene una respuesta: si es verdad que las finanzas y el mercado son campos que siguen reglas matemáticas, no tenemos que olvidar que también entra en juego el factor humano. Y como humanos, no estamos regulados por normas rígidas, sino elásticas y llenas de emociones, sensaciones y miedos: por ello, los mercados y las finanzas no forman parte del mundo de las ciencias sino de la psicología.
Y es precisamente en este contexto que los hechos para los que inicialmente no tenemos una explicación, tienen un denominador común: todas las decisiones que una persona toma, independientemente de que los resultados sean positivos o negativos, siempre inician con una buena intención. La cuestión es de dónde proviene esta última: puede ser una buena intención que proviene de cálculos y planificación racionales y precisos, pero muy a menudo está influenciada por miedos, nerviosismos e inseguridades.
Si no tenemos en cuenta estos factores, difícilmente conseguiremos tener el control de nuestra situación financiera: es necesario conocer los mecanismos psicológicos, las distorsiones y las ideas preconcebidas que hay detrás de las decisiones que tomamos para evitar equivocarnos y pagar las terribles consecuencias.