El número de mujeres en el mundo laboral ha aumentado dramáticamente desde los años 50. Se estima, por ejemplo, que en 1950 trabajaban el 30 % de las estadounidenses, mientras que en 2011 este número aumentó al 59 %. Dos tercios de las mujeres madres, tanto solteras como casadas, también trabajan, y dos tercios de las parejas con hijos en Estados Unidos tienen dos ingresos, incluso con hijos menores de 3 años.
Ante este panorama, es natural preguntarse si los hombres participan más en la vida familiar que en el pasado, pero varios estudios dan una respuesta negativa. Como ejemplo, citaremos una encuesta que se realizó en 1965 en varias ciudades estadounidenses sobre una muestra aleatoria de más de 1 200 progenitores trabajadores. Este estudio muestra que las mujeres trabajadoras dedican tres horas al día a la casa, mientras que los hombres solo diecisiete minutos. También, que las mujeres dedican cincuenta minutos al día a sus hijos, mientras que los hombres solo doce, y que las mujeres ven una hora menos de televisión y duermen media hora menos al día que sus parejas.
Muchos estudios que se realizaron en los años siguientes, y en otras áreas del mundo también (como en el oeste de Europa) confirman estas tendencias. Hay otras investigaciones que demuestran que las mujeres trabajadoras tienen mayor autoestima y menores niveles de depresión que las amas de casa, pero también están más cansadas y son más propensas a enfermarse.
El estudio de la autora abarca varios años en los que realizó una observación muy detallada de distintas parejas con hijos, participando en su vida cotidiana y entrevistando a los progenitores no solo sobre la división de sus tareas familiares, sino también sobre las sensaciones y emociones asociadas a la misma. Basándose en sus estudios, la autora estima que las mujeres trabajan en promedio quince horas semanales más que los hombres, valor que se acumula en hasta veinticuatro días de trabajo extra al final del año. Es decir, casi un mes de trabajo extra en comparación con los hombres. La sensación es que la mujer trabajadora tiene que gestionar dos turnos laborales: el del lugar de trabajo propiamente dicho, y luego, el de la casa y la familia.
Un primer aspecto notorio es que, de todas las familias observadas, solo el 20 % de las parejas comparten en partes iguales los trabajos relacionados con la casa y la familia. El 70 % de los hombres participa de manera menos equitativa (menos de la mitad, y más de un tercio de los trabajos), mientras que el 10 % se ocupa de menos de un tercio de estas tareas. Además, las actividades que con más frecuencia se delegan a la mujer/madre requieren más tiempo, más frecuencia y más urgencia que las que suele hacer el hombre/padre. Si la mujer cocina y el hombre cambia el aceite del coche, está claro que cocinar es una actividad que requiere trabajo diario y en momentos precisos, mientras que cambiar el aceite se hace de forma esporádica y cuando se disponga del tiempo. Si la mujer se encarga de los hijos mientras el hombre se ocupa de las pequeñas reparaciones de la casa, también los hijos requieren de cuidados constantes, mientras que las reparaciones se pueden hacer cuando se tiene tiempo.
Por lo tanto, en general los hombres tienden a tener mucho más control de su tiempo en términos de la ayuda que brindan en la casa. Además, las mujeres suelen estar más cansadas que los hombres porque se ven obligadas a hacer dos o tres cosas a la vez, como pasar la aspiradora mientras vigilan a su hijo o cargar la lavadora mientras mentalmente hacen una lista de compras. Finalmente, de todas las tareas relacionadas con el hogar y la familia, los hombres tienden a pasar su tiempo libre mayormente con sus hijos en vez de haciendo tareas en la casa, y tienden a ser actividades más divertidas y recreativas, como ver la televisión o ir al parque. En cambio, muchas veces las mujeres tienen que invertir tiempo tanto en las tareas domésticas como en el cuidado de los niños en actividades que son menos recreativas, como alimentar a los hijos o ayudarlos con su tareas. Por lo tanto, a menudo el niño percibe a la madre como la "mala" de una situación de la que ella misma es víctima.