Hay lugares en el mundo donde parece que se produzcan en serie personas con talento extraordinario, que pueden superar todos los límites y consolidarse como atletas, músicos, escritores o en cualquier otro campo. Pero, ¿qué es lo que marca la diferencia? ¿Es una característica especial del lugar o es un elemento que forma parte de las personas? ¿El talento es un atributo innato que tenemos desde el nacimiento y depende de nuestros genes?
Para responder a estas preguntas, Daniel Coyle visitó estos lugares en cuestión y habló con psicólogos y neurocientíficos, para entender mejor el mito del talento desde una perspectiva científica. Contrariamente a la creencia popular, todos tenemos la posibilidad de desarrollar habilidades, lo cual se sustenta en los tres elementos que, para Coyle, constituyen el código del talento: práctica, motivación y coaching.
Para comprender su importancia, comencemos con el funcionamiento del cerebro: toda actividad corresponde a un impulso eléctrico que viaja por un circuito conformado por fibras nerviosas. Estas están rodeadas por una cubierta aislante formada por mielina, que se va desarrollando cada vez más a medida que se repite el impulso. Por lo tanto, la práctica metódica fortalece los mecanismos biológicos, pero si no hay pasión, es decir, un motor que nos impulse a actuar, nadie asume el compromiso plenamente. Por ello, también es necesario tener o encontrar la motivación, que muchas veces puede venir de un solo evento. Finalmente, necesitamos a alguien que nos guíe en el camino, como un entrenador, un mentor, una persona que sea inspiradora y que ayude a lograr excelentes resultados trabajando en la práctica y la motivación.