Podemos definir la fuerza de voluntad como un conjunto de tres poderes interconectados: la capacidad de no hacer algo que no nos aporta ningún beneficio (o que incluso nos perjudica), la capacidad de hacer lo que necesitamos (aunque una parte de nosotros no quiera) y por último la capacidad de recordar lo que realmente deseamos.
Son tres poderes que la autora define como el poder del no haré, el poder del haré y el poder del quiero; la fuerza de voluntad consiste en utilizar estos poderes para lograr nuestros objetivos.
La fuerza de voluntad es lo que nos distingue de los demás seres vivos; está demostrado que quien consigue tener un mayor autocontrol sobre sus pensamientos, emociones y acciones, es más feliz, goza de mejor salud, obtiene mejores resultados en el trabajo y el estudio, gestiona mejor el estrés y vive durante más tiempo. Por esto, si queremos mejorar la forma en que vivimos, un excelente punto de partida es fortalecer nuestra fuerza de voluntad.
Existe una parte de nuestro cerebro que se encarga del autocontrol: es la corteza prefrontal, que se encuentra detrás de la frente y los ojos; su trabajo principal consiste en convencernos a hacer las cosas que son más difíciles. La corteza prefrontal se divide en tres áreas, cada una de las cuales dirige uno de los poderes antes descritos.
La zona situada a la izquierda es la que se encarga del poder del haré, y por lo tanto nos ayuda a llevar a cabo tareas aburridas o laboriosas, pero importantes (aunque nos gustaría hacer otra cosa).
La región situada a la derecha es la que controla el poder del no haré y por lo tanto nos protege de los impulsos y deseos que serían dañinos para nosotros.
Por último, existe la región central que se encarga del poder del quiero: hace un seguimiento de nuestros objetivos y deseos, recordándonos lo que queremos realmente. Cuanto más se activan las neuronas de esta zona, más motivados estamos a llevar a cabo nuestro objetivo, porque lo contextualizamos en un objetivo más amplio.
Algunos neurocientíficos hipotizan que los seres humanos no tienen un cerebro, sino dos mentes —y esto explicaría por qué a menudo una parte de nosotros busca la satisfacción inmediata, mientras que la otra parte, más sabia, nos recuerda cuáles son nuestros deseos a largo plazo. Practicar el autoconocimiento puede ayudarnos a entender que estas dos mentes están en constante competición y nos pueden sabotear haciendo más difícil nuestra labor de autorrealización como individuos.