Si estamos en una relación que parece demasiado buena para dejarla, pero demasiado mala para quedarse, nos encontramos en un estado que la autora llama "ambivalencia relacional". El problema es que cuando nos sentimos ambivalentes hacia nuestra pareja solemos distanciarnos de ella, pasar menos tiempo juntos, hablar menos y dejar de hacer cosas juntos.
La única forma de salir de esta ambivalencia es hacer un diagnóstico completo de la relación, el cual tiene un enfoque muy similar al que utilizan los médicos para identificar una enfermedad. Por lo tanto, debemos hacernos preguntas, reflexionar, mirar hacia adentro y hacer observaciones con sinceridad, y en base a estos podremos sacar conclusiones y comprender si es mejor quedarse o irse.
Lo primero que debemos hacer es analizar exhaustivamente el período en el que la relación estaba en su mejor momento. Mirando en retrospectiva, ¿podríamos decir realmente que todo iba bien? ¿O en realidad había muchos problemas debajo de la superficie? Si el caso es este último, entonces el pronóstico es nefasto y habría que considerar la posibilidad de terminar con la relación, porque lo que nunca fue bueno difícilmente lo será. A veces se puede arreglar lo que está roto, pero rara vez se puede reparar algo que estaba roto desde el principio.
Otra pauta para tomar la decisión de irse son los episodios de violencia. Si hubo más de uno, entonces hay que dejar la relación. El abuso físico es una clara muestra de que el amor está muerto, o al menos que la persona que tenemos enfrente es un mal compañero. Si ha sucedido más de una vez, volverá a suceder, y estar con una pareja que es propensa a tener estas actitudes genera confusión, porque ya no somos capaces de entender qué es lo mejor para nosotros. Cuanto más confundidos nos sintamos, menos confiaremos en nosotros mismos, y cuanto menos confiemos en nosotros mismos, más sentiremos que tenemos que esperar pruebas para decidir qué hacer, las cuales nos confunden aún más. Y de esta manera, la ambivalencia en la relación se convierte en una trampa que se alimenta a sí misma.