Cuando estamos comprometidos en una relación, es normal experimentar conflictos, sentir frustración, percibir control excesivo o aislamiento, es decir, tener la sensación de que nos tratan mal. A todos nos sucede, lo importante es que estas sensaciones no sean constantes. De ser así, será necesario modificar la forma en que estamos interactuando dentro de esa relación porque la vida de pareja no debe ser ni un desierto ni una batalla.
Para cambiar las cosas, primero es necesario comprender. Los seres humanos no experimentamos el mundo directamente, sino que lo aprendemos y reconocemos. Por ejemplo, somos capaces de reconocer una silla, por más extravagante que sea, porque entra en una categoría conocida, en algo de lo que tenemos un conocimiento previo, cultural. Si no tuviéramos acceso al patrimonio del conocimiento, veríamos el mundo como lo hacíamos cuando éramos bebés, un conjunto misterioso de luz, sombras, formas y olores. La ciencia cognitiva va más allá y nos explica que lo que consideramos como "nosotros mismos" no proviene de una experiencia directa, sino de un conjunto de sensaciones e imágenes que delinean nuestra autoimagen. Nadie se ve a sí mismo directamente, pero tiene una percepción de sí mismo que está filtrada por el conocimiento adquirido. Incluso nuestro cuerpo, nuestro "yo físico", es una construcción de nuestra mente.
La buena noticia es que la forma en que nos vemos a nosotros mismos y al mundo no está grabada en la piedra, sino que puede cambiar radical y rápidamente. El estudio de la plasticidad cerebral nos ha llevado a entender que las redes neuronales pueden modificarse, absorber nueva información y reestructurarse. En psicoterapia, la plasticidad cerebral se manifiesta de manera instantánea: la apertura de nuevas vías neuronales puede provocar cambios profundos y comportamientos nuevos en cuestión de minutos. Para obtener estos resultados, es decir, desbloquear y abrir una nueva vía neuronal que dé lugar a una nueva forma de ser, tiene que haber dos premisas: en primer lugar, lo implícito debe hacerse explícito. A veces, se necesita ayuda para ver lo que está frente a nuestros ojos, por lo que es fundamental ser capaces de escuchar y aceptar la retroalimentación que recibimos de los demás. En segundo lugar, debe surgir una especie de reacción negativa, es decir, debe afirmarse la voluntad de distanciarse de ese rasgo o comportamiento específico: debemos ver y llegar a decir que no queremos seguir actuando de cierta manera.