Solemos creer que la capacidad de contar historias es un don, pero en realidad no es solamente arte, sino que es un acto. Ya nuestros antepasados solían contar historias para dar sentido al mundo y compartir su sabiduría con el resto de la tribu. Las historias son un aglutinante poderoso que puede unir o dividir a los miembros de una comunidad, y nos enseñan verdades emocionales que caracterizan a la humanidad. A menudo, el punto de partida de nuestras historias son las experiencias que hemos vivido, por lo que podríamos considerar nuestro pasado como un maestro paciente.
Pero las historias también son el método de persuasión más importante y eficaz que los humanos tienen a su disposición. Un método que cualquiera de nosotros puede adquirir y perfeccionar para convertirse en un mejor líder, vendedor, comunicador o padre. Convertirse en un buen narrador no es simplemente una cuestión de aprender a aprovechar nuestras historias para llamar la atención de las personas y manipularlas, sino que también se trata de aprender a crear una conexión real con quienes las leen o escuchan. Si bien nuestra cultura nos enseña que la persuasión es un truco que utilizan las personas que tienen malas intenciones, en realidad podríamos verla como una valiosa habilidad para tener un impacto positivo en otras personas. Como cualquier otra habilidad o recurso, puede tener aspectos negativos o positivos, y depende de nosotros decidir cómo usarla. Lo más importante son nuestras intenciones.
Si queremos establecer lazos más profundos, difundir nuestras ideas y ayudar a las personas a tomar decisiones con las que estén felices, la narración es la herramienta adecuada. Por lo general, tendemos a concentrarnos en la parte del relato y creemos que para convertirse en un mejor narrador simplemente es necesario practicar el lenguaje corporal y las habilidades para hablar en público. Sin embargo, el acto de contar historias va mucho más allá de la mera presencia física en un escenario o la capacidad de escribir. Una buena historia cuenta, informa, narra y cambia la forma de pensar del público. En cambio, una historia maravillosa conmueve y emociona a las personas, las hace sentir parte del desenlace de la misma y cambia la forma en que actúan y sienten emociones.
Todos nosotros tenemos buenas historias que contar, pero lo que las hace maravillosas es la manera en cómo las contamos. El objetivo no es solo transmitir información, sino capturar la imaginación, y para lograrlo basta con ser auténticos. De esta forma, descubriremos que el camino para convertirnos en un mejor narrador no solo afecta a nuestra audiencia, sino también a nosotros mismos, porque nos ayuda a conocernos mejor. Y cuando esto sucede, es decir, cuando valoramos encontrar, poseer y compartir nuestras historias, nos volvemos más fuertes y más conectados, y podemos construir familias, comunidades y negocios más resilientes. Para llegar a este punto, hay siete habilidades que podemos cultivar: presencia, conciencia, especificidad, vulnerabilidad, empatía, determinación y coraje.