El fracaso está indisolublemente ligado al espíritu emprendedor, ya que hacer algo nuevo con recursos limitados siempre es arriesgado. Sin querer llegar al extremo de considerar el fracaso como una medalla de honor para los emprendedores, no cabe duda de que la capacidad de aceptar el fracaso y aprender de él es una fortaleza. De hecho, la mayoría de las startups no tienen éxito, y más de dos tercios de ellas no llegan a ofrecer un rendimiento positivo a los inversores. Pero, ¿por qué tantas startup tienen un final decepcionante? Ante esta pregunta, los inversores tienden a dar la culpa a la falta de capacidad de los fundadores, especialmente su falta de coraje, ingenio industrial o habilidades de liderazgo. Pero culpar a los fundadores simplifica mucho una situación que de por sí es bastante compleja.
Una herramienta completa y eficaz para evaluar de forma concreta el riesgo de fracaso de las startups es el esquema "diamante y cuadrado", que evalúa el riesgo enfocándose en las personas involucradas (fundadores, inversores, equipos y socios) y también en la idea, su ejecución y su potencial.
El esquema consiste en un diamante dentro de un cuadrado. La primera figura representa la oportunidad, y la segunda los recursos. Las cuatro esquinas del cuadrado exterior corresponden al fundador, el equipo, los socios y los inversores, mientras que en el diamante interior encontramos la propuesta de valor para el cliente (customer value proposition) que se conecta con el marketing, la tecnología, las operaciones y, finalmente, con la fórmula de ganancias. En una startup prometedora, debe haber una alineación dinámica entre los 8 puntos del esquema. En la práctica, una buena propuesta de valor debe implementarse con éxito en la tecnología y los procesos, y se debe comunicar con claridad y estar disponible a través de un marketing efectivo, para generar ingresos a largo plazo que excedan el costo de adquisición y el costo de suministro de la propuesta de valor. Y todo esto debe hacerse dentro de los limitados recursos y capacidades de los fundadores, el equipo, los socios y los inversores. Por lo tanto, el esquema nos permite comprender si un aspirante a empresario en verdad identificó una oportunidad interesante y determina qué tipos de recursos se necesitan para capitalizarla con éxito. Gracias a esta herramienta, muchos errores en la etapa inicial de las startups se vuelven predecibles y se puede reducir su número y frecuencia.