El libro está estructurado en cuatro actos, igual que una obra de teatro, y cada acto “pone en escena”, como marco narrativo, momentos cotidianos en los que los protagonistas, Emily y Paul, pierden fácilmente el control de la situación en el trabajo y en familia porque no conocen lo suficiente los mecanismos de funcionamiento de su cerebro.
Emily, quien acaba de recibir un ascenso y tiene que conocer a sus nuevos colegas, tiene dificultades para organizarse y se distrae fácilmente, se siente exhausta y se deja dominar por la ansiedad porque no tiene nuevas ideas. Paul, su marido, es un profesional que trabaja por cuenta propia y tiene un problema de procrastinación, suscita fácilmente discusiones con posibles colaboradores y familiares, tiene problemas para concentrarse y no consigue tranquilizarse cuando está bajo presión.
Conocer el funcionamiento de nuestro cerebro es fundamental para cambiar de comportamiento: de hecho, modificando pequeños hábitos y con pocos sacrificios es posible obtener grandes resultados y optimizar no solo nuestro trabajo sino también nuestra vida cotidiana.
Existen límites biológicos para el buen funcionamiento del cerebro, que no consigue llevar a cabo varias tareas contemporáneamente con la misma eficacia: tomar decisiones y resolver problemas son actividades reguladas por la región del cerebro llamada corteza prefrontal, que es responsable de diferentes acciones como establecer objetivos, programar, controlar nuestros impulsos, solucionar problemas y pensar creativamente.
La corteza prefrontal es como el escenario de un pequeño teatro, que corresponde a las diferentes interpretaciones en las que los actores tienen un papel específico. En esta metáfora los actores son las informaciones que necesitamos memorizar pero, igual que en un teatro, a veces estos entran en escena por los laterales del escenario, como cuando se perciben estímulos que provienen del mundo externo, en cambio otras veces pueden ser miembros del público los que suben al escenario para actuar, análogamente a cuando los estímulos provienen de nuestro interior como los pensamientos, los recuerdos y las fantasías.
Tomar una decisión, recordar conceptos, memorizar nuevas informaciones e impedir otras son funciones fundamentales para programar eventos, resolver problemas, o comunicarnos.
No todas las actividades son iguales: hay acciones menos exigentes para el cerebro que no requieren el uso de la corteza prefrontal sino los ganglios basales, que funcionan incluso cuando no somos particularmente conscientes de lo que hacemos (como por ejemplo el hecho de estar al volante de un camión para un conductor profesional).